Paseando por el centro, recordé mi infancia, me acordé de cuan extrema fue (según), de las mil veces que me caía de los árboles por treparme en ellos, me encantaba contorsionarme colgada de sus ramas, hasta el día que me caí tan fuerte que no me podía parar y un vecino tuvo que cargarme y llevarme a la casa, ese es el último recuerdo de mi colgada en los árboles, bueno quizá cuente que hace año y medio estuve en Tulum trepándome del tronco de unas palmeras... cual chango (disque).
Recordé también que cuando tenía como 5-6 años, mi hermano me llevaba a la primaria en bici, él tenía como 11-12 años, era lo más divertido viajar en los diablos de la bici, a pesar de que varias veces me quemé las piernitas con las llantas. Recuerdo que un lunes de ceremonia cívica me tocó decir las efemérides, iba peinadita y con unas mallas blancas, ya saben planchadita y toda la cosa, el punto es que llegué con las mallas rotas, mis piernitas lastimadas y despeinada, y es que por las prisas viajamos a toda velocidad para llegar a la escuela sin tener la precaución debida. Bueno a pesar de eso, nunca le tuve miedo a las bicis, al contrario salir viva de esa me daba el doble de ganas para que mi hermano me llevara a la escuela, porque era más veloz y mucho más divertido, pasar entre los microbuses, ver como los demás niños tenían que caminar porque no tenían un hermano TAN grande y TAN valiente como el mio (jajaja).
El regalo que más disfruté fue una bicicleta, recuerdo que me la regalaron los " Reyes Magos", cuando tenía como 8 años, !wow! para mi fue lo máximo, recuerdo que me dieron una muñeca con un vestido rojo, un juego de té y una cocinita, pero lo que más me gusto fue la bicicleta, porque además era una bicicleta muy grande para mi, entonces fue todo un reto domarla, los Reyes la compraron grandota para que me durara, y vaya que si me duro... Esa bici fue lo máximo, siempre salía a jugar con mis primos y mis hermanos con ella, nos lanzábamos desde la bajadita del cerro hasta la casa, era super divertido, recuerdo que cuando le fallaban los frenos terminaba estampándome en el carro rojo, viejo y destartalado del vecino.
Las avalanchas, diversión total y absoluta, lanzarnos de tres en tres por la calle más pronunciada que existiera nos daba una descarga de adrenalina que nos incitaba a seguirnos lanzando, todos terminábamos sin suelas de zapatos porque era con lo que frenábamos... para no estamparnos contra el carro rojo, viejo y destartalado del vecino.
¡Aay! !Impresionante lo rápido que pasa el tiempo! Esto no quiere decir que extrañé esos días, más bien me salen sonrisas de saber que los disfruté harto, ahora mi vida tiene otras aventuras y de todos modos me estampo y de todos modos me quemo y de todos modos me divierto y de todos modos a veces necesito de ayuda para levantarme y de todos modos la disfruto harto.
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