Traté de hablar con ella, dije - ¡HOLA! ¿Quién eres? ¿Qué es este lugar? ¿Qué estás haciendo? - Nunca contestó, comprendí que era invisible ante su presencia, pensé - ¡que aburrido! ¡Por primera vez hago un viaje al mundo de lo desconocido y no puedo conocer nada!- Me enojé, quería ya irme de ahí, ¡grité, pataleé, me pellizqué porque quizás así
despertaba de mi sueño! No sucedió así, seguí dentro de esta ilusión. Hice berrinche, un berrinche de esos que disfruto hacer cuando las cosas no salen como quiero.
Estaba en el climax de mi inconformidad cuando la criatura empezó a dar vueltas, inhalaba y exhalaba muy fuerte, parecía que algo le dolía, algo le causaba preocupación. Me quedé pasmada viéndola, la observé detenidamente, minuciosamente. La criatura tocaba su cuerpo, en cada milímetro de su piel se detenía, cerraba los ojos y se palpaba delicadamente, percibí que se inmovilizaba para sentir la vida que habitaba dentro de ella.
Me acerqué lo más que pude, vi que su piel no era humana, era traslucida, el color que de lejos parecía tener emanaba de millares y millares de criaturitas que se aglomeraban en su cuerpo, me aproximé más y tuve una reacción de asombro al ver que cada una tenía vida, que eran seres perfectos en su constitución, eran de mil formas, todos diferentes, cada uno hermoso en sus particularidades.
Lucían tan maravillosos que se me antojaba probarlos, tantos colores me hacían pensar que olían. La criatura comenzó a olfatearse, empezó por las palmas de las manos, los dedos, los brazos, su cabello, las piernas, los píes; fue en ese instante cuando descubrí que a ese ser le faltaba el pie izquierdo y unos cuantos dedos de la mano y del pie.
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