lunes, 7 de marzo de 2011

... Tengo una debilidad ...

Tan sólo de pensar que me pararé frente a él mi corazón comienza a palpitar, siento un latido intenso en el pecho, una energía cálida que recorre  mi cuerpo completo, de mis brazos se apodera un continuo hormigueo que hace me sienta débil, siento que pierdo fuerza en mis actos, pero al mismo tiempo mis píes piden que corra cortando el viento.
La boca se  me hace agua, mis labios tartamudean, mis ojos evitan que mire porque con la mirada me pierdo, mi pensamiento se vuelve volátil, navega por el millar de posibilidades que nacen cuando imagino un momento infinito a tu lado.
Mi hemisferio derecho imagina, crea, disfruta y ve lo que no está materialmente presente, me emociona, alucino,  me expando en sensaciones. Mi hemisferio izquierdo, racionaliza, mide, calcula, define, se sienta en la silla del presente, toma el camino señalado y enfatiza los objetivos planteados.
El resto de mi cuerpo recuerda, una parte añora, otra teme, una más desea, de la forma más sutil provoca pero nunca se enfrenta y contrariamente acepta una frustración necesaria.
Del otro lado, el objeto deseado, aquel que moviliza las partes menos reconocibles de mi ser y que paraliza mis movimientos físicos, el placer incompleto, en formol, encapsulado en un frasco de mil colores, muy frágil, de cristal cortado, con aroma a café y vainilla.
En medio, el control de los impulsos, las imágenes fugaces, la energía del presente, la continuidad del pasado y la consecución de un futuro.

Mi debilidad tiene nombre y apellido... Helado de Vainilla Almendrado.

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